Por el “Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas” se rindió homenaje a las trabajadoras, los trabajadores y el diputado víctimas del terrorismo de Estado.
Luisa, Néstor, Ricardo, Carlos, “Chingo”, Marcos y Manuel eran jóvenes militantes políticos y sociales. Sus trayectorias y sus sueños viven en la memoria de sus compañeros y familiares. En nuestra Cámara de Diputados pudimos recuperar estas historias para homenajearlos como ellos merecen.
La primera víctima, previa al golpe, fue Luisa Marta Córica, quien además trabajaba en el Hipódromo de La Plata, donde era delegada sindical. Militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), estudiante de Filosofía y Letras, poeta, actriz (tuvo un papel en el film “Boquitas pintadas”); en 1975 fue secuestrada en la estación de trenes por el grupo parapolicial de ultraderecha Concentración Nacional Universitaria (CNU), y posteriormente asesinada. Su cuerpo fue hallado en la costa del Río de la Plata, en Berisso. Tenía 30 años y tres hijos.
Néstor Farías era trabajador de la construcción y militante de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Allegado al diputado Mario Medina, del bloque del FREJULI, ingresó a la Cámara como su chofer. Al igual que éste, fue secuestrado pocos días después del golpe. Tenía 31 años. Según el testimonio de testigos, fue visto en el Centro Clandestino de Detención “La Escuelita”, de Bahía Blanca. Apareció asesinado el 4 de mayo de 1976 en un camino vecinal de esa localidad. Según la versión oficial, publicada en los medios, “murió en un enfrentamiento”. Estaba casado y tenía una hija.
El diputado Ricardo de La Lama, de 25 años, fue el legislador más joven en asumir el cargo, en 1973. Militante político y social desde su adolescencia, fue Secretario del bloque del Partido Justicialista y Liberación hasta el 24 de marzo, que la dictadura clausuró la Legislatura. Formó parte de la Organización Única del Trasvasamiento Generacional, donde confluían diferentes organizaciones como Guardia de Hierro y el Frente Estudiantil Nacional (FEN). El 30 de mayo de 1976, un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada irrumpió en su casa de Vicente López, donde fue secuestrado delante de su mujer y su hijo de un año y medio. Desde entonces está desaparecido, siendo el único diputado en esa condición.
Nacido en Lanús, criado en una familia peronista, a los 15 años Carlos Domingo Della Nave ya trabajaba en el ferrocarril y militaba gremialmente. Trabajó en la Legislatura entre el ’73 y el ’74, tras ser liberado luego de una estadía en la cárcel de Devoto como preso político del gobierno de facto del General Onganía. Su caso tuvo por aquel entonces mucha resonancia porque su agrupación, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), secuestraron al vicecónsul paraguayo para exigir su libertad. Del penal salió encuadrado en otra agrupación: Montoneros. Con conocimientos en comunicaciones, fue colaborador de Rodolfo Walsh en el montaje del aparato de inteligencia de esta organización. En septiembre de 1976 fue secuestrado por militares. Según el relato de sobrevivientes, fue cruelmente torturado durante días, en los que se resistió a dar información a sus verdugos. Se presume que murió en la mesa de torturas. Tenía un hijo y estaba en pareja con Beatriz Oesterheld. Continúa desaparecido.
Adolfo “Chingo” Berardi, nacido en Olavarría, trabajaba en la secretaría administrativa del bloque FREJULI y fue uno de los tantos empleados despedidos tras el golpe. Estudiaba Historia en la Universidad de La Plata, militaba en la JUP y más tarde en Montoneros, para quien realizaba documentos falsos. En noviembre del ’76 su casa fue asediada por un brutal operativo del ejército. “Chingo” tenía un hijo de un año y medio, a quien envolvió en un colchón y tiró al patio vecino para salvarlo. Él y su mujer María Isabel Grau, embarazada de nueve meses, fueron asesinados esa noche. El niño, Nicolás, fue entregado a la policía por los vecinos, mientras sus abuelos lo buscaban. Enterado, semanas más tarde fueron citados por Etchecholatz para someterlos a un juego perverso: si el pequeño los reconocía, podrían llevárselo. Si no, quedaría en poder de las fuerzas represivas. Los abuelos, en un vislumbre, recordaron el apodo cariñoso que usaban sus padres -“Bichicuí”- y esa palabra fue la llave que les permitió volver con el pequeño a casa.
Santafesino de nacimiento, marplatense por adopción, Marcos Miguens ingresó a trabajar en la Comisión de Salud Pública de Diputados en el año 1973. Militante de la JUP en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata, más tarde se sumó a Montoneros. Sólo tenía 22 años cuando el 20 de diciembre del ’76 fue secuestrado y posteriormente asesinado. Sus restos fueron exhumados en 2006 en el cementerio municipal de Villegas, partido de La Matanza; e identificados años más tarde por el Equipo Argentino de Antropología Forense gracias al cotejo de ADN con su hijo Marcos.
Manuel Daniel Carricondo, oriundo de Berisso, egresó del secundario como Técnico Químico y continuó sus estudios en la UTN. En la Cámara se desempeñó como secretario de la Presidencia y, como sucedió con otros compañeros y compañeras, tras el cierre de la Legislatura fue reubicado por los militares en la dirección del Instituto Biológico. Allí trabajó hasta el 10 de diciembre del ’76, que abandonó la ciudad escapando de la represión. Un año más tarde fue secuestrado por un grupo de tareas de la Marina en su casa de Capital Federal. También se llevaron a su esposa, Graciela Verdecanna y a su amigo Guillermo Ercolano, todos militantes del Partido Comunista Marxista Leninista. Según testimonios de sobrevivientes pasaron por los centros clandestinos de detención “Club Atlético” y más tarde en “El Banco”, donde fueron vistos a mediados de 1978. Al momento de su desaparición tenía 27 años. A sus tres hijas los militares las dejaron al cuidado de una vecina y fueron recuperadas por la madre de Manuel.
LA INVESTIGACIÓN
Cuando entró a trabajar en la Comisión de Derechos Humanos, a Alicia González le llamó la atención una placa conmemorativa a los trabajadores de la Cámara de Diputados víctimas del Terrorismo de Estado. “¿Quiénes son?”, se preguntó. Y se sorprendió cuando nadie supo responderle. Pero no pudo quedarse con la inquietud, y comenzó a investigar. Buscó a trabajadores que vinieran de aquella época, pero se encontró que había muy pocos: con la interrupción de la vida democrática, muchos empleados fueron despedidos y otros reubicados en distintas dependencias. Sin embargo, pudo comenzar a seguir un rastro.
Luego buscó a los legisladores de la época. Tenía el dato que había un diputado desaparecido pero no sabía su nombre. Supo así que hubo varios legisladores secuestrados aquella fatídica madrugada del golpe y que más tarde recuperaron su libertad. Otro hilo del que tirar para reconstruir la historia.
Distintas fuentes bibliográficas fueron también fundamentales. Así fueron apareciendo nombres, testimonios, datos; que le permitieron recuperar estos siete nombres que habían sido olvidados.
Así supo cómo se vivió en la Legislatura la interrupción democrática, qué hicieron los militares con los y las trabajadoras y también pudo recuperar los legajos de los desaparecidos. “El lazo entre la masa trabajadora previa al golpe y la posterior al golpe se vio interrumpida porque la Legislatura fue clausurada. La restauración de la democracia trajo una nueva ola de trabajadores, por eso se demoró tantos años en recuperar la identidad de estos desparecidos, algo que quizá no sucedió en otros ámbitos donde la memoria viviente permitió hacerlo más rápidamente”, ilustra Alicia, quien tras dos años de investigación sabe que gracias a su trabajo la Cámara de Diputados pudo rendir el debido homenaje a sus trabajadores y reparar, al menos simbólicamente, a las familias. También dejar asentado en todos sus legajos las verdaderas razones de sus ceses: la desaparición forzada y no el abandono de sus puestos de trabajo, tal como estaba consignado. “Fue una deuda que se saldó”, concluyó.